Diego de Almagro (Almagro, 1475–Cusco, 8 de julio de 1538) fue un adelantado y conquistador español. Participó en la conquista de Perú y se le considera oficialmente el descubridor de Chile; fue también el primer europeo en llegar al actual territorio de Bolivia.
Diego de Almagro nació en la ciudad de Almagro, en la actual provincia de Ciudad Real, siendo hijo ilegítimo de Juan de Montenegro y de Elvira Gutiérrez. Ambos padres se habían dado la promesa de matrimonio, pero terminaron su noviazgo sin realizar este compromiso. Para cuando rompieron, Elvira estaba embarazada de Diego, razón por la que sus familiares la ocultaron hasta que naciese el niño, que vio la luz en 1475.
Luego de participar en la conquista del Perú junto a Francisco Pizarro, Diego de Almagro se aventuró a las tierras del sur para tomar posesión de la gobernación de Nueva Toledo. Su expedición culminaría con el descubrimiento de Chile en 1536.
Inicio del Camino
Almagro siguió el camino del Inca, con los 50 hombres de que consistía su columna. Recorrieron el área occidental del lago Titicaca, cruzaron el río Desagüero y se encontró con Saavedra en un poblado llamado Paria, en que logró reunir a 50 españoles más, que pertenecían al grupo del capitán Gabriel de Rojas, y que decidieron abandonar a su jefe y dirigirse a Chile, se reunió un total de 150 hombres. Permanecieron cerca del lago Augallas todo agosto, en espera del derretimiento de las nieves de la cordillera de los Andes.
Se dirigieron a Tupiza, cuando tuvo la noticia del arribo a Perú del obispo de Panamá, fray Tomas de Berlanga, que traía poderes para dirimir el conflicto de límites entre los conquistadores (Pizarro y Almagro reclamaban el dominio de Cuzco).
Los amigos de Almagro le solicitaron que volviese para defender mejor su causa, pero el Adelantado quería ir por la riqueza chilena, por lo que siguió adelante.
Con más dificultades, incluyendo las pérdidas de bagaje en manos indígenas, los españoles llegaron finalmente al norte de Salta, en Chicoana, el último paso antes de atravesar los Andes. Ya los deshielos habían comenzado y encontraron crecido al río Guachipas y hubo de ser atravesado a píe todo un día con la pérdida de llamas, y la deserción de los porteadores quienes aprovecharon la coyuntura para huir.
Los españoles más algunos yanaconas comenzaron a transmontar las primeras alturas de la cordillera de los Andes. En su avance por la cordillera los expedicionarios sufrieron muchas penalidades, ya que caminaban agotados por el frío y por la dificultad de un suelo lleno de guijarros pequeños, de bordes afilados, que les destruían las suelas de los zapatos y las herraduras a los caballos.
Las penurias aumentaron al internarse por ese paisaje helado, inhóspito y silencioso, llegando incluso a detener el avance por falta de ánimos. El conquistador, preocupado por la suerte de sus hombres, encabezó junto a otros veinte jinetes un grupo de avanzada, que atravesó la cordillera y después de cabalgar tres días enteros, llegaron al valle de Copiapó (en ese entonces Copayapo), recogiendo los víveres que le suministraron los indígenas que envió de inmediato para socorro de sus hombres.
Por fin el 4 de junio de 1536, el resto de la columna llegó a Copayapo con 240 españoles, 1500 yanaconas, 150 negros y 112 caballos, entre los negros venía una mujer leal a Almagro llamada Malgarida.
Después de la natural recuperación de energías, se dio la orden de reiniciar la marcha, sin embargo le desertaron una multitud de yanaconas que dejaron prácticamente sin sirvientes a los españoles. Almagro endureció la mano e hizo matar a varios indios culpables de haber matado a tres soldados españoles que habían sido enviados en vanguardia.
Paralelamente, le llegaron noticias de los caciques de la región del Aconcagua, que deseaban realizar amistad con los blancos, esto era gracias a un par de españoles renegados de Pizarro que estaban en la región desde antes. Se trataba de Gonzalo Calvo de Barrientos y a Anton Cerrada, quienes en realidad eran los primeros españoles en pisar territorio chileno. Gonzalo Calvo de Barrientos había sido afrentado por Pizarro haciéndole cortar las orejas y para no exhibir su afrenta se internó hacia el sur del valle de Zama. Sería el más leal colaborador de Almagro. Durante su marcha a esa región, el Adelantado tuvo noticias de un barco, el San Pedro que había recalado en la región, (Los Vilos) y que venía lleno de ropas, armas y víveres para la expedición. Al llegar al río Conchalí en Los Vilos se encontró con el otro español ya mencionado llamado Antón Cerrada quien ya había influenciado a los aborígenes a dar una bienvenida pacífica a la columna de Almagro.
Al llegar al valle del Aconcagua los españoles fueron bien recibidos por los naturales, por los consejos que les entregó Gonzalo Calvo. Sin embargo, los mismos naturales fueron influenciados por el indio peruano Felipillo, intérprete de los conquistadores, de las intenciones de estos y les recomendó atacarlos o huir de ellos.
Los naturales le hicieron caso, sin embargo no se atrevieron a atacarlos y escaparon durante la noche, realizando igual intento el indio traidor y varios yanaconas, tomando el camino del norte, pero este último intento no fructificó. Felipillo fue atrapado y muerto.
El territorio que el Adelantado esperaba encontrar lleno de riquezas no cumplía ni sus más mínimas expectativas, esto le causó una gran desilusión, por lo que decidió enviar una columna de 70 jinetes y 20 infantes dirigida por Gómez de Alvarado para que explorase el sur del territorio.
Cuando la columna llegó al río Itata, tuvo lugar en Reynogüelén el primer enfrentamiento entre los españoles y los mapuches, en la que la superioridad de las armas y la sorpresa por los caballos permitió una fácil victoria española.
Sin oro y con tan belicosos naturales, Almagro sólo pensó en regresar al Perú. Entre la alternativa de volver a atravesar la cordillera, o dirigirse por el desierto, se decidió por la segunda opción. En un acto de reconocimiento al sacrificio hecho por sus hombres en la expedición, y que no fueron recompensados con el ilusorio oro de esta región, decidió perdonar las deudas que sus soldados habían contraído con él, destruyendo todas las escrituras que los comprometían.
El camino por el desierto de Atacama fue tan horroroso como la travesía por la cordillera, días quemantes y noches heladas, la hostilidad de los indígenas, sin contar con la escasez de agua y alimento, pero de cualquier forma se le consideró mejor que la travesía por los Andes. Salieron en grupos pequeños de no más de 10 hombres haciendo jornadas de 20 km cada día, el 15 de octubre de 1536 habían conseguido atravesarlo. Tal fue el estado en que llegó Almagro y sus seguidores que desde entonces se les llamó los «Rotos de Chile» a quienes vinieran de esas tierras.
Regreso a Cuzco
A su regreso la ciudad de Cuzco estaba sitiada por tropas indígenas al mando del Inca Manco II. Almagro era amigo del Inca, razón por la que le solicitó una entrevista, pero el encuentro no fue posible. Temiendo un entendimiento entre Almagro y Manco, el Gobernador Hernando Pizarro sembró la desconfianza entre los sitiadores, quienes atacaron la ciudad. Las tropas de Almagro se dispersaron, pero con los hombres que se quedaron a sus órdenes, logró poner fin al cerco, apresando a los hermanos Hernando y Gonzalo Pizarro.
Luego de ocupar El Cuzco, Almagro derrotó a los soldados enviados por Francisco Pizarro, que estaban al mando de Alonso de Alvarado, en la Batalla de Abancay (12 de julio de 1537); más tarde, Gonzalo Pizarro y Alvarado lograron escapar del lugar donde se les mantenía prisioneros.
Las negociaciones posteriores entre Francisco Pizarro y don Diego concluyeron en la entrega del Cuzco a Almagro, a cambio de la libertad de Hernando Pizarro. Don Francisco no cumplió con su parte, rompió el acuerdo y con un ejército que había organizado durante ese tiempo, atacó a las fuerzas almagristas (Batalla de las Salinas, 6 de abril de 1538). Hecho prisionero, Almagro fue humillado por Hernando de Pizarro y le denegó su apelación al rey. Almagro sintiéndose perdido entonces suplicó por su vida, a lo cual respondió Hernando de Pizarro diciendo: «Sois caballero y teneís un nombre ilustre; no mostreís flaqueza; me maravillo que un hombre de vuestro ánimo tema tanto a la muerte. Confesaos porque vuestra muerte no tiene remedio»
Fue ejecutado el 8 de julio de 1538, en la cárcel por estrangulamiento de torniquete y su cadáver decapitado en la Plaza Mayor de Cuzco. Malgarida, su fiel sirvienta tomó el cadáver de su amo y lo enterró en la Iglesia de la Merced en el Cuzco.
Su hijo Diego de Almagro «el Mozo» intentó vengar a su padre; Francisco Pizarro murió en el palacio del Cuzco en 1541 a manos de Juan de Rada, Hernando de Pizarro marchó a España a justificar su conducta ante el rey y fue encarcelado por más de 20 años en la fortaleza de Medina del Campo, Gonzalo de Pizarro murió decapitado después de sufrir la derrota a manos de La Gasca en 1548.
El más total descrédito sumió a las tierras de Chile (Chili o Chilli), asociándose su nombre al fracaso, así sería hasta 1540 en que Pedro de Valdivia revisando algunas notas de Almagro, le dio valor económico a Chile y decidió realizar su conquista.