Mataquito: La muerte de Lautaro y el fin de la última Guerra Promaucae

“En Mataquito los principales actores de la batalla han permanecido en el anonimato. Nos referimos a los promaucaes que se sumaron a las fuerzas españolas y que les guiaron hasta los aposentos de Lautaro. Su papel fue decisivo en el desenlace de la batalla y en la posterior consolidación de las relaciones hispano-indígenas al norte del río Maule. Sumados al bando de los nuevos señores, los promaucaes dejaron de ser una amenaza en la retaguardia del ejército imperial y liberaron de ese modo las fuerzas hispanas que se dirigían a la reconquista de la Araucanía” (La merma de la sociedad indígena en Chile central y la última guerra de los Promaucaes, 1541 – 1548, Leonardo León, página 92).

Es el año 1557. Han pasado apenas 16 desde que se funda la unidad territorial que será posteriormente conocida como Reino de Chile, y las primeras páginas de esta historia española se resumen a la expresión “sangre y fuego”.

Son días duros para los cristianos. La “Provincia de los Promaucaes”, incorporada y pacificada luego de la Guerra de los Zupais (1541 – 1544), ha visto alterado su lento proceso de recuperación desde 1556. Por ese entonces, Lautaro, el otrora discípulo de don Pedro de Valdivia –caído en Tucapel tres años antes-, luego de derrotar a los españoles en la Araucanía, arrasar Concepción y sitiar las plazas más australes, inicia sus campañas hacía el norte, con el objetivo de destruir Santiago y acabar con la presencia española en la zona.

Tras 2 campañas con resultado indeciso, el toqui cruza el Maule junto a 500 guerreros escogidos, iniciando así la ofensiva definitiva. Aprovecha la ausencia del gobernador Francisco de Villagra, quien se encuentra socorriendo en el sur la villa de La Imperial. Llega hasta las orillas del Río Mataquito, y al igual que hizo el año anterior en Peteroa, construye un Pukará, en el cual comienza a concentrar a los guerreros de sus aliados promaucaes que nuevamente se unen a la empresa bélica. Eso sí, esta vez Lautaro no protege la retaguardia del fuerte, siendo un notorio punto débil en la imponente estructura defensiva.

Al conocer la situación, el gobernador vuelve a marchas forzadas para enfrentar la amenaza que se cierne sobre Santiago, y se reúne en Gualemo con las tropas enviadas por el Cabildo de dicha ciudad, consolidando una fuerza de 110 soldados veteranos. Y tal cual ocurrió en toda confrontación del período de conquista en el Nuevo Mundo, el genio español de aprovechar las diferencias existentes entre los indígenas resulta fundamental para decidir la suerte del conflicto. Y es que, si bien muchos caciques y guerreros promaucaes se han sumado a las fuerzas de Lautaro durante las 3 campañas acaecidas, el toqui también ha generado una enconada resistencia en su contra, pues durante los dos años de guerra ha asolado la provincia y a sus habitantes saqueando sus propiedades, raptando a sus mujeres y asesinando a quienes no se unen a su causa. De esta forma, ya sea por el cansancio de la guerra, por sumisión genuina o por defender nuevos estatus otorgados por el sistema implantado por los castellanos, lo cierto es que muchos promaucaes apoyan a los españoles en su cruzada por acabar con la tiranía del toqui.

Totalmente desprevenidos del peligro que les asecha, los guerreros araucanos bajan la guardia. Al amanecer, junto a 400 guerreros promaucaes que acuden como auxiliares de la tropa del Imperio, los españoles se dejan caer sobre el Pukará de Mataquito, tomando completamente por sorpresa a sus defensores. La batalla es encarnizada, pero la conquista del terreno alto y la temprana muerte de Lautaro, definen las acciones en favor de los cristianos. Se dice que de los guerreros de Arauco no salió ninguno con vida, luchando hasta la muerte al igual que su líder, quedando al finalizar la jornada cientos de cadáveres repartidos por toda la fortaleza, como dantesco epílogo para una jornada trascendental en la historia del Reino.

Y así fue como no sólo se salvó Santiago y acabó sus días uno de los más brillantes líderes de las belicosas tribus sureñas, sino que también se ponía fin a la última guerra de los promaucaes, pueblos poco reconocidos en la historia de Chile, y que enfrentaron tanto a incas como a cristianos, antes de ser definitivamente incorporados al sistema de encomiendas y fundir su sangre con la del europeo conquistador, para de esa forma dar vida en la zona central de Chile a ese mestizaje histórico que durante tres siglos nos hizo a todos hijos de esta bella tierra.

Autor: Carlos Sepulveda, Talca.

Para profundizar en el tema, véase:

  1.  La merma de la sociedad indígena en Chile central y la última guerra de los Promaucaes, 1541 – 1548”, Leonardo León.
  2. “La “Gran Guerra Mapuche”. 1541 – 1883”, Tomas Bonilla Bradanovic.
  3. “La Guerra de los Lonkos en Chile central, 1536 – 1545, Leonardo León.