En la batalla o Milagro de Empel (7 y 8 diciembre), los soldados de los tercios españoles se enfrentaron a una escuadra de naves holandesa, lo que constituyó uno de los hechos de armas más insólitos e icónicos de la Guerra de Flandes.
En noviembre de 1585, tras la conquista de Amberes aquel agosto, Alejandro Farnesio envió unos 5000 infantes españoles al mando de Francisco de Bobadilla a ocupar la isla de Bommel, una posición estratégica formada por el río Mosa y el Waal, uno de los ramales del curso bajo del Rin. Tomar la isla le proporcionaría una cabeza de puente para una ulterior ofensiva sobre Holanda, núcleo político y económico de las Provincias Unidas. El pequeño ejército español cruzó el Mosa en barcas junto a Bolduque, ciudad en manos católicas, y ocupó fácilmente toda la isla excepto su capital, Zaltbommel, y algunos fuertes.
Las Provincias Unidas vieron la ocasión de resarcirse de la pérdida de Amberes y acabar con los soldados españoles, y para ello enviaron desde Dordrecht una flotilla fluvial al mando de Filips van Hohenlohe-Neuenstein, conde de Holac, con un centenar de embarcaciones. Los holandeses practicaron brechas en los diques de la isla y abrieron varias esclusas, cosa que inundó el terreno y confinó a los infantes españoles a una estrecha lengua de tierra en un dique junto al pueblo de Empel.
Los intentos de socorro desde Bolduque del conde Carlos de Mansfeld, general de la artillería del Ejército de Flandes, resultaron infructuosos, al igual que las tentativas españolas de hallar una vía de escape.
El milagro de Empel: «Tal parece que Dios es español al obrar tan grande milagro»
Las provisiones empezaron a agotarse y el mal tiempo mermó la moral de la tropa hasta que se produjo un hallazgo fortuito. Un soldado encontró accidentalmente, mientras cavaba una trinchera, una tabla flamenca con la imagen de la Virgen María, advocación de la Inmaculada Concepción, a la que se encomendaron los españoles, dispuestos a vender caras sus vidas. Ello levantó los ánimos y fue interpretado como un buen augurio.
Esa noche, se desató un viento completamente inusual e intensamente frío que heló las aguas del río Mosa. Los españoles, marchando sobre el hielo, atacaron por sorpresa a la escuadra enemiga al amanecer del día 8 de diciembre y obtuvieron una victoria tan completa que el almirante Hohenlohe-Neuenstein llegó a decir: «Tal parece que Dios es español al obrar tan grande milagro».
Ese mismo día se proclama la Inmaculada Concepción patrona de los Tercios de Flandes y de Italia, y desde 1892, del Arma de Infantería Española.
Adaptación texto de Àlex Claramunt Soto, Director de la revista de Historia Moderna de @DespertaFerro