El siguiente es un relato del nombramiento, despedida y bienvenida de la nueva autoridad virreinal, extraído de un articulo de Felipe Vicencio Eyzaguirre publicado en la revista de Estudios Históricos-Jurídicos:
El Gobernador O’Higgins había recibido la notificación de su designación en enero de 1796, mientras se encontraba en la ciudad de Valdivia, la noticia se supo en Santiago recién los primeros días de marzo. El Cabildo Santiaguino tomó una serie de medidas para manifestar públicamente el regocijo que le significaba el hecho de que el Gobernador de Chile fuese reconocido por el Rey como un hombre hacendoso y probo, por medio de tal promoción que era la más alta investidura que se podía aspirar. La sociedad capitalina destinó bastante tiempo y recursos con una serie de manifestaciones en su honor.
Finalmente, el 16 de mayo el nuevo Virrey salió de Santiago hacia Valparaíso, donde debía embarcarse rumbo al Callao; abordó la fragata de guerra Nuestra Señora del Pilar que desplegó sus velas y puso proa al norte el 24 de mayo. Después de diez días después, el 6 de junio arribó a Lima. Sin embargo, debido al protocolo de la época su entrada pública a la ciudad solo se realizó a fines del mes siguiente. Magnífica fue la entrada en el Callao, donde estaba surta a la sazón la numerosa escuadra que mandaba el teniente general de la Real Armada, don Ignacio de Alava. Fue aquí, donde recibió el mando de manos de su predecesor, Don Francisco Gil de Taboada y Lemos.
La ceremonia de su entrada pública se verificó el 26 de julio de 1796, con la asistencia en cuerpo de las instituciones más conspicuas de la administración indiana: la Real Audiencia, el Tribunal de Cuentas, los oficiales reales, la Real Universidad de San Marcos y demás altas corporaciones educativas, como los colegios del Real Convictorio de San Carlos y Santo Toribio. Luego, en la tarde, el Marqués de Osorno concurrió con su séquito a la Iglesia de Nuestra Señora de Monserrat, donde oró; posteriormente se dirigió a la Catedral, donde era esperado por el Arzobispo con su Cabildo eclesiástico, y en la cual se le cantó con sonora música el Te Deum laudamus. Concluido todo ello, el Virrey subió a su caballo y se dirigió a su palacio.
Los días que siguieron estuvieron dedicados a distintas manifestaciones literarias y artísticas en honor del nuevo gobernante. Con ocasión de estos agasajos a los que parece O’ Higgins no era muy dado se imprimieron algunas piezas interesantes: Marcelo Cavello realizó un grabado en cobre del Virrey, y compuso un soneto; así mismo y en forma anónima, se imprimió una extensa loa, que se representó en el teatro de Lima, según todo lo indica, el 10 de agosto de ese año. Esta es una pieza realmente interesante, escrita en variados metros, y con desaliño bien se ve que tras ella no pudo haber un poeta de alto vuelo que contiene múltiples alusiones a la vida del nuevo Virrey.