Don Francisco Antonio García Carrasco el último Gobernador o Presidente de Chile en 1810, fue una persona muy querida por el pueblo y las clases más populares, poseía virtudes políticas muy apreciadas en nuestros tiempos, tales como cercanía, sencillez y preocupación por los temas sociales. Sin embargo, esas valoradas virtudes democráticas eran poco valoradas, más bien despreciadas por las clases altas del reyno que veían con malos ojos su actuar desapegado de privilegios y cercanía con la gente. Estas finalmente le granjearon enemigos entre la aristocracia local, lo que culminó con presiones y conatos de revuelta que hicieron que dejara el cargo en junio de 1810.
En el texto de Diego Barros Arana, se aprecia como se referían a la máxima autoridad de la Capitanía General de Chile: “Los hábitos del presidente, sus gustos poco aristocráticos, su afición a las relaciones con gentes de condición modesta y, aun, podría decirse ordinaria, alejaban del palacio a los magnates más caracterizados de la colonia … Acostumbrado a vivir modesta y oscuramente, estaba rodeado de militares de escasa educación… El arreglo interior del palacio estaba a cargo de una negra vieja y ordinaria… Carrasco era, además, poco aficionado a las diversiones cultas, a la música y a las representaciones teatrales, y tenía, en cambio una pasión decidida por las riñas de gallos y por otros entretenimientos propios de la gente baja… a todas horas recibía en el palacio a las personas de cualquier condición que deseaban exponerle una demanda por insignificante que fuera. En la calle misma, cuando salía a paseo, se detenía a oír querellas de esa naturaleza o a interrogar a los transeúntes sobre asuntos de pequeño interés”.