Autor: Marcelo de la Puebla, destacado músico chileno, extracto de su capitulo para el libro «Cartas hispanistas al Rey de España«. |
Amigo lector, si hablo en primera persona es porque lo que leerás aquí brota del recuerdo de vivencias personales. Este es un manifiesto en defensa de nuestros sones y cantares; tanto “los de aquí” como “los de allá”. A través de los siguientes testimonios de vida, quiero evocar la increíble historia de nuestras músicas, su incomparable riqueza, su proyección universal, así como su gran poder aglutinador, propiciador tal vez de nuestra futura reunificación. Es también un agradecido homenaje a aquellos maestros, ilustres y desconocidos, doctos y populares, que determinaron mi devenir de guitarrista patiperro.
Los pueblos hispanos han sabido crear un arte musical de tan sabia elaboración y profundidad del alma, que posee una inigualable capacidad para expresar todos los sentimientos humanos: religiosos y profanos, serenos o pasionales.
Pero, sobre todo es un extraordinario derroche de alegría, irresistible sabrosura y sublime belleza. Y a pesar de todas las desgracias, no existe el tenebrismo en nuestra cultura; hasta lo más terrible es trascendido por el arte en una tragedia que se canta y se baila.
La nueva canción Chilena
Muchas letras evocaban al “sueño de Bolívar”, un supuesto proyecto de unión “latinoamericana”. Yo aún no sabía que aquel endiosado “libertador” fue precisamente uno de los principales culpables de nuestra desunión y ruina. Ese extraño hispanismo sin España era, no obstante, un profundo y sincero sentimiento de pertenencia a la misma comunidad de destino. Y fueron muchas las declaraciones de amor a la Patria Grande como aquellos versos de Isabel Parra que dicen “América del sur eternamente, te declaro mi amor públicamente” y la cueca de su madre que así
comienza:
Los pueblos americanos
se sienten acongojados
porque los gobernadores
los tienen tan separados.
Por su lado, Patricio Manns lucía sus apasionados versos en América novia
mía, canción incluida en el gran ciclo titulado El sueño americano.
América novia mía tómame
entre tus brazos mulatos cíñeme,
en la boca tus dulzores viérteme
y el pecho de resplandores lléname.
Para el conjunto Quilapayún, Gustavo Becerra compuso la cantata popular Américas, sobre un texto de su amigo Pablo Neruda. Así versa su primera estrofa:
Viva Colombia, bella y enlutada
y Ecuador coronado por el fuego,
viva el pequeño Paraguay herido
y por desnudos héroes resurrecto,
oh, Venezuela, cantas en el mapa
con todo el cielo azul en movimiento
y de Bolivia los huraños montes
los ojos indios y la luz celebro.
Yo sé que quiénes cayeron
defendiendo el honor fueron los pueblos
y amo hasta las raíces de mi tierra
desde Río Grande hasta el Polo chileno
no sólo porque están diseminados
en esta larga lucha nuestros huesos,
sino porque amo cada puerta pobre
y cada mano del profundo pueblo.
A pesar del discurso oficial “negrolegendario” y el culto a los “padres de la patria”, el verdadero enemigo para estos creadores no era el aventurero conquistador castellano del siglo XVI, sino el arrogante depredador yanqui del siglo XX. El asunto es que, tanto Isabel Parra como su hermano Ángel, Víctor Jara o Rolando Alarcón solían incluir en su repertorio canciones folclóricas españolas y viejos romances castellanos, y fueron proclives a musicalizar poemas de Federico García Lorca, Rafael Alberti o Lope de Vega. Pocos saben hoy que Violeta Parra, antes de dedicarse al folclor chileno y crear su propio arte, había sido intérprete de folclor español y se presentaba en los escenarios como “Violeta de Mayo”. En fin, para Quilapayún, el maestro Becerra compuso una densa polifonía vocal sobre el lorquiano Memento que forma parte del Poema del cante jondo.
Cuando yo me muera
enterradme con mi guitarra
bajo la arena.
Cuando yo me muera,
entre los naranjos
y la hierbabuena.
Cuando yo me muera,
enterradme si queréis
en una veleta.
¡Cuando yo me muera!
La proyección universal de la Nueva Canción Chilena se ve reflejada a través del éxito de canciones como Te recuerdo Amanda de Víctor Jara, o La muralla de Patricio Castillo y Quilapayún, sobre un poema del cubano Nicolás Guillén. Entre todas, Gracias a la vida de Violeta Parra se eleva como el más universal himno a la vida y al amor. Ha sido cantada por figuras como Mercedes Sosa, Raphael, Joan Báez o Alberto Cortez, y traducido en idiomas como el italiano, el francés, el árabe y el hebreo.
Gracias a la vida que me ha dado tanto,
me dio dos luceros que cuando los abro,
perfecto distingo lo negro del blanco
y en el alto cielo su fondo estrellado
y en las multitudes al hombre que yo amo.
El himno revolucionario El pueblo unido jamás será vencido de Sergio Ortega, ha sido versionado por el compositor estadounidense Frederic Rzewski en 36 variaciones para piano; una obra monumental de más de una hora de duración. En fin, la composición de Horacio Salinas titulada Alturas -una de las piezas instrumentales más emblemáticas del repertorio de Inti-Illimani- es considerada hoy como el gran clásico de la música chilena. Esta singular obra camerística para instrumentos de los Andes -sicus, charango y bombo legüero- y guitarra española, ha sido cortina musical de programas de radio y televisión de alta audiencia en Italia y en España.
Marcelo de la Puebla, músico de padre chileno y madre danesa, ambos músicos aficionados, vive gran parte de su infancia en Francia, donde su padre está muy implicado con el mundo cultural del exilio iberoamericano en París. Se hace músico rodeado de artistas de la talla de Atahualpa Yupanqui o los integrantes del conjunto Quilapayún, entre otros.