Autor: Carlos Sepúlveda, Talca.
“Por su desequilibrio de fuerzas y por su desenlace, Tucapel sólo acepta ser comparada con las Termópilas y La Concepción”. Enrique Bunster
La vida del Gobernador cambiará. Ha cumplido muchas de sus metas, pero sus afanes de gloria no cesan: expandir el Reyno hasta Magallanes, he ahí su gran anhelo. Su esposa, Doña Marina Ortiz de Gaete, se encuentra viajando desde el Atlántico para arribar al Nuevo Mundo. El Hidalgo sabe que es tiempo de fecundar su prole, y así sellar con su sangre la obra civilizatoria que ha desarrollado en la Terra del Austro, en aquellos indómitos parajes que ya siente como propios.
Llegan noticias inesperadas. Alonso Corona, jefe de la guarnición de Purén, advierte sobre un inminente levantamiento de los indios, y pronto los chasquis informan que Tucapel ha sido destruido. Curtido en tantas batallas, cual Quijote el Padre de Chile no se amedrenta. Juzga pacificado el Arauco, y cree que enfrenta una asonada local. Envía una nota a Juan Gómez de Almagro para que se le reúna en Tucapel el día de navidad con algún contingente de caballería, y parte a la lid con poco más de cincuenta cristianos y dos mil indios amigos. La providencia siempre le ha socorrido: ¿por qué dudar esta vez? Leer más