Tras la caída del reino visigodo de Toledo, entre el 711 y el 718, el bereber Otman ben Neza conocido como Munuza fue nombrado gobernador de la región de Asturias, en el noroeste de la península ibérica, estableciéndose en la ciudad de Gijón, a orillas del mar Cantábrico.
Su autoridad fue rápidamente desafiada por algunos dirigentes astures que, encabezados por Pelayo, que decidieron no pagar los impuestos exigidos por los musulmanes. Por esto, Munuza se propuso castigar a los rebeldes, pero tras algunas escaramuzas de resultados inciertos, solicitó refuerzos al gobernador de Córdoba. Este despachó un cuerpo expedicionario de 187 mil hombres, al mando del general Al Qama o Alkamán. Acompañaba al ejército el arzobispo Oppas, traidor a su patria y a su fe.
El 28 de mayo de 722, sabiendo que los musulmanes lo superaban en número, Pelayo decidió esperarlos en la cueva de Covadonga, situada en el valle de Cangas. Fue una elección perfecta, ya que en un lugar tan estrecho el enemigo no disponía de espacio para maniobrar y hacer valer su superioridad numérica.
Al llegar el ejército musulmán frente a la cueva, se adelanta el arzobispo para hacer desistir a Pelayo de sus propósitos. Nada consiguió Opas con sus parlamentos y, ante el fracaso del emisario, manda el jefe árabe avanzar a los honderos y saeteros. «Los cristianos de la cueva —dice la crónica—, no cesaban de suplicar día y noche a la Virgen María que hasta el día de hoy allí se venera. Y entonces se vio que las piedras mezcladas con los dardos se volvían desde la cueva contra los mismos que las enviaban, a manera de densísimas nubes, impulsadas por el viento del Norte». Al verse los árabes así confundidos, retrocedieron desbaratándose, al tiempo que cargaba Pelayo sobre ellos con sus cristianos. «Al Qama y Opas fueron muertos con ciento veinticuatro mil tropas». Los setenta y tres mil restantes remontaron, huyendo, los Picos de Europa, hacia la Liébana y, al pasar por un valle del Deva, se desgajó un monte sepultándolos a todos.
Enterado de la derrota de las tropas musulmanas, Munuza se sintió inseguro y decidió abandonar Asturias para refugiarse en Toledo. Pero él y sus tropas equivocaron el camino hacia la meseta y fueron alcanzados por los astures en el valle de Olalíes. En ese lugar tuvo lugar una batalla que terminó con la muerte de Munuza y de todos sus hombres.
Así fue que los llamados «Treinta asnos salvajes«, alimentados poco más que por la miel que pudieran arrebatar a las abejas entre las hendiduras de las rocas», iniciaron la » Salus Hispaniae«, la Reconquista de la perdida España, dirigidos por Pelayo, su príncipe electo. Gracias a él y a los hombres y mujeres que confiaron que la Divina Providencia estaba con ellos, y en especial, la maternal protección de la Señora de la Cueva, la Santísima Virgen María, la que sería después venerada multisecularmente como Santina de Covadonga, en la Cuna y Altar Mayor de España, surgiría el Asturorum Regnum, la Monarquía Asturiana.
Tras la eliminación de Munuza y los omeyas, las tropas de Pelayo entraron en Gijón sin encontrar ninguna resistencia. Pelayo fue coronado Rey y gobernaría 18 años, teniendo por capital a Cangas de Onís. Sus descendientes expandirían la tierra patria recuperada y el Reino de Asturias pasaría a ser finalmente, al reunirse todas las coronas peninsulares, el Reino de España.