Es una heroica batalla en que la pequeña ciudad de Arica fue atacada por sorpresa y reúne a toda su población para la defensa, españoles, criollos, indios y negros. El fin de los piratas liderados por Sharp y Watling era robar las cajas reales de Potosí y saquear la ciudad, acabando con todo aquel que se opusiera. Tras una sangrienta lucha apenas logran escapar con vida los piratas, dejando muchos muertos y prisioneros tras de si, que finalmente fueron ahorcados en la plaza San Marcos de Arica.
Incursión Inglesa en el Pacifico
En el año 1679, Bartolomé Sharp y Jhon Watling en arriesgada misión se introducen en el Pacifico, en Panamá, cruzando la selva por el istmo – cuyo ancho máximo son 50 kilómetros- con un grupo de 200 bucaneros ingleses. Sharp y Watling capturan tres embarcaciones españolas habían sido enviadas desde Callao y la nave insignia elegida por Sharp fue el velero «Santísima Trinidad» al cual rebautizó como «Trinity». Posteriormente enfilarían rumbo al sur, hacia el Virreinato del Perú y el Reino de Chile, saqueando diversas caletas y pequeños puertos. La fama de Sharp, se extendió rápidamente por los puertos del Mar del Sur, entre ellos el de Arica, donde se guardaban las Arcas Reales, conteniendo la plata y oro que provenían de Potosí y se dirigían al Reino de España. Sharp, también sabía de aquello.
El 28 de octubre, Sharp, desembarcará y ocupará durante una semana la bahía de Ilo, poniendo en el asta de la playa, la bandera del Imperio Británico. Su Majestad el Virrey, ordenó su persecución, sin embargo, el navío español San Lorenzo, llegó dos días después, que los corsarios, se habían marchado de Ilo, llevándose todo lo de valor, que encontraron en la caleta.
El 5 de noviembre, el barco de Sharp y Watling, amaneció fondeado en las playas ariqueñas, en la ensenada llamada de La Chacota (La Lisera). Los indios “morreros”, vigías del Morro de Arica, dieron rápidamente la alarma. Alertando a toda la población. El Corregidor, solicitó al Maestre de Campo Gaspar de Oviedo, el despliegue inmediato, de las Milicias Ciudadanas de Arica. Se desplegaron también, fuerzas de caballería que patrullaban el litoral e infantes, que defendían el lugar. Pero, con gran sorpresa de todos, el barco de Sharp, levó anclas y partió en dirección al sur.
Sharp, al encontrar la férrea defensa en el puerto de Arica, tras su anunciada presencia, decide enfilar rumbo al sur, cambando sus objetivos. Eligiendo ahora tomar por asalto a la ciudad de La Serena y el puerto de Coquimbo, de la capitanía General de Chile que estaba menos protegida.
La destrucción de La Serena y Coquimbo
El 13 de diciembre de 1680, el pirata Bartolomé Sharp, llega a la bahía de Coquimbo y no encontrando resistencia, entrará con sus hombres, ocupando la caleta de Coquimbo, apresando los galeones y embarcaciones, y saqueando la ciudad de La Serena. Burlando toda resistencia, aterroriza y veja a su población, despojando a sus habitantes de todas sus pertenencias de valor, robando los objetos de valor de la Iglesia, los alimentos y las provisiones de sus almacenes. Culminará su incursión sangrienta, incendiando la Iglesia y la ciudad completa.
Los piratas abandonaron la bahía de Coquimbo y La Serena, cuando éstas, aún humeaban sobre las ruinas cubiertas de cenizas. Se retiraron con el botín con rumbo al archipiélago de Juan Fernández, buscando refugio en estas islas. Mientras viajaban hacia Juan Fernández, ocurrió un motín a bordo del “Trinity”, que concluyó deponiendo el mando de Bartolomé Sharp siendo elegido por los amotinados, como nuevo comandante, John Watling.
Entretanto, las noticias que corrían como reguero de pólvora, llegaron a oídos del Virrey Liñan, quien temeroso por la defensa de Arica y enterado de la destrucción de La Serena y Coquimbo, ordenó el envío de dos barcos, el San Joseph y La Concepción, bien armados y con doscientos hombres, al mando del general Santiago Pontejos, a la siga de las cabezas de los filibusteros ingleses. Sin embargo, los piratas aprovechando la bruma de la noche, eludirán a los persecutores españoles y se enfilaran nuevamente rumbo al norte, cambiando su destino con el objeto de tomar por asalto el puerto de Arica.
El Asalto a la Ciudad de Arica en busca de las Cajas Reales
El domingo 9 de febrero de 1681, Jhon Watling, al mando de 92 hombres, después de desembarcar en la playa La Chacota (actual La Lisera) “emprendieron la marcha por una ladera escarpada y arenosa –del Morro de Arica-, sin topar con alma viviente”.
En esos años la defensa de Arica está a cargo del Maestre de Campo don Gaspar de Oviedo, quien comandaba las Milicias Ciudadanas de Arica. En ese entonces no había regimiento en la ciudad. La lucha que se produce entre las tropas de Oviedo al mando de las milicias de Arica, contra Sharp y su socio Watling, es brutal, según relata la Enciclopedia de Arica:
“cierta Noche de 1681, desembarca al sur del Morro el pirata Watling y su compinche Sharp. Con las primeras luces del alba se precipitan sobre Arica y logran sorprender a la guarnición. Pero allí estaba Oviedo, y con los pocos hombres que en el primer momento conservó a su lado pudo organizar la defensa en buenas condiciones. La lucha fue feroz, se combatía dentro de la ciudad, casa a casa, hasta patio a patio como dice un cronista”
De estos hechos Cavagnaro expone el siguiente relato: “Waitling –desde el Morro- desprendió 40 hombres con orden de asaltar el fuerte situado en la marina y con los 52 hombres restantes se internaron en la población. Como los jefes civiles y militares del puerto estaban apercibidos para el combate y seguros de la resistencia y el empuje de los ariqueños, esperaron a los atacantes a pie firme y con la moral enhiesta”.
El combate duró siete horas desde las siete de la mañana hasta las tres de la tarde. Primero los ariqueños se parapetaron en el Fuerte (ubicado en la Calle del Fuerte, hoy 18 de Septiembre, frente al puerto de Arica), donde también estaba la fuerza regular de las Milicias Ciudadanas que comandada el Maestre de Campo don Gaspar de Oviedo. Los piratas, por su parte, atacaron el fuerte llevando diez granadas de mano, cambiando disparos con los defensores y avanzando resueltamente por el terraplén. Los del Fuerte resistieron con denuedo, no obstante el enemigo haberse apoderado de una trinchera.
Una segunda partida de piratas, que estaba al mando de Waitling, quiso tomar la parte alta de la ciudad pero se encontró con un enjambre de vecinos armados que nos les dieron tregua. Entonces se ordenó que parte de los piratas que atacaban el fuerte subieran a reforzar a los de Waitling. Hasta ese momento el combate estaba parejo.
Los defensores sabían que el tiempo estaba a su favor y resistieron con resolución dando muerte a diez filibusteros. Los piratas rechazados en lo alto, reconociendo su escaso número, se replegaron sobre la playa aumentando el número de atacantes al Fuerte.
Reagrupados y con la ventaja de tener en su poder las Cajas Reales los piratas enviaron un parlamentario intimándole a los sitiados rendición. Y estos los recibieron a balazos. Los piratas pretendiendo ganar mejores campos de fuego se encaramaron en las azoteas de ciertas casas que dominaban el Fuerte y desde allí dieron cuenta de un buen número de sus defensores.
Después del mediodía los combatientes de la parte alta, unidos a otros que a última hora tomaron las armas, fueron concentrándose en la parte baja rodeando los puntos donde se habían posicionado los filibusteros. Batidos por dos fuegos los invasores se desconcertaron y comenzaron a caer. Entonces cayó herido de muerte el comandante Waitling, dos contramaestres y cinco marineros. Las Milicias Ciudadanas, ahora con el apoyo de todo el pueblo enardecido, hombres, mujeres, niños y ancianos, comenzaron a avanzar tomando calle a calle el control de la ciudad y, con dirección a la playa, eliminaron todo resquicio de defensa pirata.
Desesperados por la pérdida de su jefe, los filibusteros no tuvieron otra alternativa que pedirle a Sharp que asumiera el mando de las filas piratas y las pusiera a salvo. Aunque fue difícil convencer al resentido ex comandante, al final aceptó a dirigir la retirada. Habiendo perdido 28 hombres, entre muertos y prisioneros, contándose el capitán Waitling en el número de los primeros. Tuvo sin embargo, muchas dificultades. Los cirujanos no pudieron intervenir a los heridos porque habían estado bebiendo durante el tiempo que había durado el combate; el personal estaba cansado y hambriento y, al replegarse por los roqueríos que estaban al pie del Morro y junto al mar, otros paisanos desde aquellas alturas hacían llover sobre los piratas una lluvia de piedras. El reembarque fue penoso y difícil, dado que los botes, que inexplicablemente habían recibido señales para regresar a las naves sin los expedicionarios, tomaron por sí la iniciativa de volver cuando divisaron la partida de piratas maltrecha y acosada de gran número de enemigos. De no ser así, los intrusos habrían sido exterminados hasta el último hombre.
Los ariqueños tuvieron que lamentar la pérdida de 23 hombres, pero abatieron el orgullo de los ingleses, obligándoles a abandonar la empresa. Fue esta la única victoria de importancia que se alcanzó sobre ellos. Los prisioneros fueron ahorcados en la plaza de Arica como castigo por sus fechorías.
Este fue sin duda, uno de los enfrentamientos más espectaculares de los ciudadanos de Arica culminando con una gran Victoria Española contra los piratas y corsarios ingleses que fueron derrotados en tierra ariqueñas el 9 de febrero de 1681.
Luego de estos ataques, el virrey Liñán con motivo de las invasiones, hizo salir del Callao cuatro buques armados y con 800 hombres, a cargo de don Santiago Pontejos y don Pedro Pantoja: más tarde aumentó hasta nueve las embarcaciones y socorrió con tropas, dinero, armas y municiones a Panamá, Guayaquil y Paita. Arica se incrementó en 100 hombres y se duplicó la paga a los soldados.
El pirata Sharp entretanto, siguió al norte hasta Panamá, de allí volvió su proa al sur cruzando velozmente la costa hasta el Cabo de Hornos y ya en el Atlántico se dirigió a Barbados, desde donde se encaminó a Inglaterra.
Española reclama por acciones de Sharp a Inglaterra y esta lo premia
De acuerdo al Tratado de Madrid firmado entre España e Inglaterra en 1670 los actos hostiles en el nuevo mundo terminarían y de realizarse serían considerados como actos de piratería, fue por esto que al regreso de Sharp a Inglaterra el embajador español solicitó que fuera juzgado como un delincuente por sus acciones de pillaje en territorios españoles cuando ambos imperios no se encontraban en guerra. Sharp entregó como regalo al rey Carlos II de Inglaterra un Atlas de navegación español que había capturado en el barco el Santo Rosario en julio de 1681 y que por su valiosa información cartográfica unida a la propia experiencia de Sharp le valieron la absolución y la protección de la corona inglesa lo que despertó la ira del Imperio español que expulso de Madrid al embajador inglés. Un par de meses después Bartolomé Sharp recibió una comisión de capitán en la Royal Navy como recompensa.
Fuentes: