En 1538 Pedro Valdivia pasó al Perú y se alistó en las fuerzas de Francisco Pizarro, llevó el estandarte real en la batalla de las Salinas, donde fue derrotado el gran rival de Pizarro, Diego de Almagro, que sería ejecutado de inmediato.
Al finalizar ese su desempeño militar fue reconocido y recompensado con minas de plata en el cerro de Porco (Potosí), y tierras en el valle de la Canela (Charcas). Cercana a esta encomienda estaba la parcela asignada a la viuda de un militar, Inés Suárez, con quien estableció un vínculo íntimo, a pesar de estar casado en España.
Valdivia obtuvo de Pizarro la autorización para emprender la conquista de aquel territorio al sur de Perú.
Comienza a preparar la expedición
En diciembre de 1539 comenzaron los preparativos de la expedición. Pedro de Valdivia levantó bandera de enganche, pero al poco tiempo se da cuenta de que nadie quiere viajar a Chile, tras la fracasada expedición de Diego de Almagro. Entonces nombró su teniente y capitán a Alonso de Monroy, e hizo su maese de campo a Pedro Gómez de Don Benito. Y así comenzaron de allegar soldados.
Para financiar la campaña, Valdivia utilizó los bienes que obtuvo por su intervención en la rebelión de los incas en el Cuzco: el valle de La Canela y una mina de plata. Sin embargo, no fue suficiente.
Se dirigió a un conocido y acaudalado comerciante prestamista que obraba como soldado adelantado, Francisco Martínez, que acababa de llegar de España con una provisión de armas, caballos, herrajes y otros artículos muy apreciados en las colonias. Martínez accedió asociarse para contribuir, aportando su capital (9.000 pesos de oro en mercaderías, valoradas por sí mismo), a cambio de la mitad de los beneficios que produjese la empresa, labor que recaía sobre Valdivia.
Finalmente, logró reunir unos 70.000 pesos castellanos, suma escasa para la envergadura de la iniciativa, pues por entonces un caballo por ejemplo, costaba 2.000. En cuanto a soldados, solamente 11 se enrolaron en la aventura, más Inés Suárez, que vendió sus alhajas y todo lo que tenía para ayudar a los gastos de Valdivia. Iba en calidad de criada de este, para disimular un poco que era en realidad su amante y amiga.
Cuando ya se disponía a emprender la marcha, llegó a Cuzco el antiguo secretario de Pizarro, Pedro Sánchez de la Hoz, que había vuelto a España tras hacer fortuna en la conquista temprana del Perú. Regresaba con cédula real otorgada por Rey que le facultaba a explorar las tierras al sur del estrecho de Magallanes, dándole el título de gobernador de las tierras que allí descubriese. A instancias y manipulaciones de Pizarro, Valdivia y Sánchez de la Hoz, celebraron un contrato de compañía; en el que el primero aportaba todo lo reunido hasta el momento, y el segundo se comprometía a aportar 50 caballos y 200 corazas y a equipar dos navíos, que al cabo de cuatro meses debían llevar a Chile diversas mercaderías para apoyar la expedición. Aquella sociedad mal avenida iba a causar numerosos contratiempos a Valdivia en el futuro, Valdivia no sin razón consideraba a Sánchez de la Hoz como un obstáculo a sus futuras ambiciones patrimoniales.
Pensaba que las desacreditadas tierras del sur eran apropiadas para establecer una gobernación de carácter agrícola, y creía poder descubrir suficientes riquezas mineras, si bien no tan abundantes como en el Perú, pero suficientes para sostener una colonia de la que él fuese señor. Porque por encima de todo Valdivia se proponía establecer un nuevo reino que le diese fama y poder.
Inicio de la Expedición
El 1 de enero de 1540 sale de la Ciudad de los Reyes (Lima) rumbo al Cuzco; finalmente el 20 de enero salió de Cuzco con doce españoles y cientos de indios yanaconas. Le acompañaba también su amante, Inés Suárez, una mujer aguerrida y astuta a la que hacía pasar por su sirvienta. Bajaron al este hasta el valle de Arequipa, siguiendo al sur por la zona cercana a la costa. Pasando por Moquegua y luego Tacna, acamparon en la quebrada de Tarapacá. Durante este trayecto nuevos auxiliares se sumaron a la pequeña hueste, hasta sumar veinte castellanos. De Pedro Sánchez de la Hoz, que debía haberse unido aquí a la expedición aportando los víveres comprometidos, no se tenía noticia. El otro socio de la empresa, el capitalista Francisco Martínez, tuvo un grave accidente y tuvo que regresar al Perú.
Varios soldados se le unieron en Tarapacá. Primero, fueron los 16 que llegaron con Rodrigo de Araya, después, unos 80 reunidos por Francisco de Villagra.
Partieron entonces para Atacama-la Chica (Chiu-Chiu) siguiendo el camino del Inca donde hicieron campamentos en Pica, Guatacondo y Quillagua para llegar a Chiu-Chiu.
A primeros de junio llegó al campamento de Valdivia en Atacama-la Chica, Pedro Sánchez de la Hoz junto con Antonio de Ulloa, Juan de Guzmán, y otros dos cómplices. Valdivia se enteró de que su camarada de Italia Francisco de Aguirre se encontraba en Atacama-la Grande (San Pedro de Atacama) y salió con algunos jinetes a su encuentro.
Esto le salvó providencialmente la vida. Ya que por la noche en sigilo se acercaron a la tienda donde suponían encontrar durmiendo a Valdivia, con el propósito de asesinarle y tomar el mando de la expedición. Al entrar en la morada a oscuras, advirtieron que en el lecho no estaba Valdivia sino doña Inés Suárez, quien dio grandes gritos de alarma y reprendió con dureza a Pedro Sánchez, mientras este se disculpaba nerviosamente. Ya despierto el campamento por el alboroto de doña Inés, acudió el alguacil de campo Luis de Toledo con algunos soldados para castigar a los intrusos; pero al ver que se trataba del encumbrado personaje optó por enviar un mensajero a alertar a Valdivia de la sospechosa conducta de su socio.
A su regreso Valdivia con mal disimulado enojo pensó en colgar a Sánchez de la Hoz, aunque finalmente le perdonó la vida a cambio de la renuncia por escrito a todo derecho de la expedición y conquista. De los cómplices desterró a tres, pero Antonio de Ulloa se ganó su confianza y fue incorporado a las huestes.
En Copiapó se agregaron 20 españoles más. Pedro de Valdivia había logrado reunir 150 hombres a pie y a caballo, y un gran número de indígenas.
Al entrar al vasto, seco y temible desierto de Atacama, ardiente (40 a 45 °C) de día, y gélido (-10 a -5 °C) en la noche. Valdivia dividió la expedición en cuatro grupos, que marcharon separados por una jornada, dando así tiempo a que las escasas fuentes de agua, agotadas por un grupo, pudiesen recuperarse mientras llegaba el siguiente.
El grupo de vanguardia de la expedición, que encabezaba Alonso de Monroy, llevaba herramientas para mejorar los pasos y evitar que los caballos despeñasen. También procuraba profundizar los pequeños pozos que conocían los guías indios, para que tuviesen agua clara que no faltase para la gente que venía detrás.
El jueves 26 de octubre de 1540, la expedición pudo acampar en la ribera de un riachuelo, se encontraban en el espléndido valle de Copiapó, o Copayapu en lengua indígena.
Al entrar en él, tuvieron que enfrentar en batalla a huestes de la etnia diaguita, estimada por Lobera en 8.000 guerreros, a la que derrotaron fácilmente, pudiendo así instalarse en el valle.
Fuente: https://arrecaballo.es/edad-moderna/conquistadores-espanoles/pedro-valdivia/