Apenas habían transcurrido siete meses de la fundación de la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo, y con las primeras luces del alba del 11 de septiembre de 1541, el Cacique Michimalongo con sus soldados, asaltó, quemó y destruyó la naciente ciudad, ubicada a los pies del cerro Huelén actual Santa Lucia. Esta batalla de la guerra de Arauco se considera una de las más encarnizadas y sangrientas, y es emblemática por las acciones valor y fiereza de ambos bandos, así como por la acción de Doña Inés de Suarez.
Inicio de la Batalla
Ocurrió que tres horas antes del amanecer del ese día, los centinelas de la ciudad dieron la voz de alarma para alertar a los vecinos.
Los indios del cacique Michimalonco aprovecharon la ausencia de Pedro de Valdivia, que había salido junto con noventa soldados para aplacar una insurrección indígena en el sur, por lo cual la ciudad estaba con menos protección.
El mando de la ciudad en aquellos momentos había caído sobre Alonso de Monroy, que era el segundo al mando de Pedro de Valdivia, quien fiel a su carácter y experiencia de soldado había tomado todas las precauciones para proteger la ciudad con los recursos de los que disponía. Los indios pensaron encontrar desprevenidos a los castellanos, a fin de atacar y destruir la ciudad y liberar a unos caciques cautivos en poco rato. Pero los defensores de Santiago estaban alertas y en breves instantes todos los defensores de Santiago estaban sobre las armas.
Inés de Suarez toma las Armas
Debido a la precauciones defensivas el asedio y defensa de la ciudad duró todo el día 11 de septiembre, y de acuerdo a historiador Diego Barros Arana esta fue feroz y tenaz, tanto de un lado como del otro, llegando a un punto álgido cuando Doña Inés Suárez, la amante de Valdivia y la única mujer del grupo, quien se dividía entre curar a los heridos y animar a los soldados, decidió decapitar a siete caciques que se encontraban presos en la ciudad, llevándolo a cabo ella misma con la ayuda de otros soldados. Las cabezas de estos fueron arrojadas sobre la indiada, provocando espanto entre sus filas.
El ataque continuó durante todo el día y lo que realmente determinó el curso del combate fue una carga de la caballería castellana, que involucró tanto a los soldados, como a los indios auxiliares y a la misma Inés Suarez. Barros Arana, señala: “Dieron a los pelotones de bárbaros tan terrible carga que los dispersaron en todas direcciones haciendo entre ellos una espantosa carnicería. La noche vino a poner término a la jornada y a la persecución de los fugitivos.”
Carta de Pedro de Valdivia al Rey
Fue tal la devastación de la ciudad que vio Pedro de Valdivia al regresar a los pocos días, que le escribió al su majestad Carlos I (emperador Carlos V) las siguientes líneas:
«luego tuve noticia que se hacía junta de toda la tierra en dos partes para venir a hacernos la guerra, y yo con noventa hombres fui a dar en la mayor, dejando a mi teniente para la guardia de la ciudad, con cincuenta…Y en tanto que yo andaba con los unos, los otros vinieron sobre ella, y pelearon todo un día …, quemaron toda la ciudad, y comida, y la ropa, y cuanta hacienda teníamos, que no quedamos sino con los andrajos que teníamos para la guerra y con las armas que a cuestas traíamos, y dos porquezuelas y un cochinillo y un pollo y hasta dos almuerzas de trigo, y al fin, al venir de la noche, cobraron tanto ánimo los cristianos con el que su caudillo les ponía, que, con estar todos heridos, favoreciéndolos el señor Santiago, que fueron los indios desbaratados, y mataron de ellos gran cantidad».
Si bien, lograron sobrevivir al ataque, este episodio significó un retroceso en proceso de Conquista, la que recomenzó en 1543, con la llegada de nuevos recursos enviados por el virreinato del Perú.